Sin embargo, el problema no habrá acabado. Allí fuera, lejos de las redes sociales, se seguirá torturando, violando, robando, matando y acabando con derechos fundamentales. No sé cuántos atracones informativos necesitamos para que nos demos cuenta de que la solución comienza desde el principio. Desde la educación y la tolerancia, aquella que creemos tener de forma innata por el mero hecho de ser occidentales.
Si tuviera que culpar a alguien sobre el sentimiento que me provoca todo este panorama social, sería a los medios de comunicación. Como periodista, desvinculado del periodismo como tarea profesional, siento que los medios son responsables, en gran parte, de la falta de humanidad que la sociedad padece ante catástrofes o atentados alejados de nuestra zona de confort. Apenas buscan que sintamos empatía hacia las víctimas. Ya sean sirios, africanos, sudamericanos o ucranianos. Sé que una cobertura como la de este fin de semana en cada conflicto o catástrofe sería inviable para cualquier empresa mediática. Pero me asombra la facilidad que tienen de que nos sintamos involucrados con un hecho y que apenas nos importen otros a la mayoría. Eso creo que nos hace débiles ante situaciones de este calibre. Noto que necesitamos que suceda en nuestra frente para actuar o buscar una solución.
Siria está en guerra desde hace cinco años, una concienciación mayor del problema podría haber evitado que se llegara a una situación que ahora es muy difícil de controlar.
Mientras tanto, Facebook se encarga de acoger nuestras opiniones, transformarlas en publicaciones expuestas al criterio ajeno y convertir una opinión personal en generalizada a partir de varios clics. Siento que si el fotoperiodismo de Capa ha sido incapaz de acabar con guerras y hambre, vuestras temporales fotos de perfil servirán de mucho menos.
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