miércoles, 4 de mayo de 2016

Primavera

La razón nos lleva a asegurarnos y a ser felices dentro de una comodidad que controlamos y no tememos. Nos deja sentados y arropados sin que nada ni nadie pueda molestarnos, sin que nada ni nadie rompa la burbuja que hemos construido a partir de las experiencias y rutinas que nos hacen más o menos felices, pero que nos aseguran mantener alejados al sufrimiento y al miedo a lo desconocido.

La razón es lo más parecido a una madre. No te hará pasarlo mal por nada que te preocupa, porque siempre tiene una solución lógica que te hace entender la situación. Sin embargo, la protectora razón nunca te deja equivocarte de camino, ni emborracharte a hostias, ni caerte para levantarte en medio de la nada, ni acostarte tan tarde que ya sea de día para el resto, sin olvidar que ni siquiera te deja que sueñes despierto y hables con tu olvidado corazón.

La razón es muy útil, pero hay veces que se pierde en esta vida. Se escapa y te hace ver que no encuentras el camino de vuelta, que todo aquello que tenías se ha marchado sin ti. Tus rutinas, tu día a día y tus sonrisas enlatadas. Y cuándo ya no está la razón para que nos arrope y nos deje dormir, solo tendremos al corazón. Y es en ese puto momento, cuando quieres convertir a tu corazón en algo lógico. Pero eso nunca va a pasar.

Los sentimientos no son como la lógica. Estos te van a pisotear, te van a olvidar y te van a perseguir hasta que desees no haberlos sentido jamás. Eso sí, te abrazarán entre cientos de horas de soledad, te tirarán al vacío para rescatarte en el último momento, te darán unas alas tan grandes que cuando se desplieguen, la sombra tapará todo lo vivido para dejar paso al incierto horizonte. Los sentimientos te harán cada vez más grande, te alejarán de la razón, te quitarán el miedo a hostias y te sacarán todo el potencial.

Quizás nos tendrían que haber enseñado a vivir más con el corazón y menos con la cabeza. A decir te quiero cuando menos lo necesitas, a cambiar de vida cuando lo tienes todo controlado, a alegrarnos cuando nos equivocamos, a no esperar que te den órdenes para cumplir aquello que quieres lograr, a pedir disculpas cuando no es necesario y a saber volar cuando las alas se las han llevado.

Sin embargo, enseñar a vivir es imposible. Quizás sea mejor vivir, caernos, levantarnos para volver a caer y, cuando estemos con la boca ensangrentada y el corazón a mil pulsaciones, darnos cuenta de que los sentimientos siempre ganan a la lógica, porque estos siempre estarán contigo para putearte o para alegrarte cada mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario